martes, 22 de febrero de 2011

Relato

Aquí os dejo con uno de mis proyectos. Es un relato que comencé hace mese y que poco a poco voy continuando. Me inspiré en un cuadro llamado "La tejedora" que aparecía en mi libro de sociales. La protagonista no tiene nombre así que acepto sugerencias y por supuesto críticas. Espero que lo disfrutéis.


"La tejedora"
Caminaba ¿Qué más podía hacer? La fábrica ya había cerrado y no tenía apenas sitios seguros a los que volver. Si regresaba a su casa le esperaría una vida llena de responsabilidades, algo demasiado temprano para su joven edad. No quería seguir con aquella vida, quería cambiar todo. Su única opción era volver a la fábrica, su segundo hogar ya que pasaba allí encerrada casi 13 horas diarias.


La nieve llenaba sus roídos zapatos de humedad y el frío calaba sus huesos, así que se desató el lazo de su cabello haciendo que su melena cubriera su cuello y así al menos conservar algo más el calor. Con sus huesudos y demacrados dedos abrochó los pocos botones que quedaban en su amarillenta chaqueta de lana. Una vez concienciada de que no regresaría a casa su puso en marcha hacia la fábrica.


Ya era tarde, las luces de las casas de los ricos se apagaban al paso de nuestra protagonista. A lo lejos se comenzaba a divisar su destino. Para llegar a la fábrica había que atravesar todo el barrio acomodado, porque las fábricas se encontraban justo en la otra punta opuesta a las viviendas de los trabajadores, esto le incomodaba por que cada mañana, al dirigirse a su puesto de trabajo estaba casi obligada a ver como los afortunados hijos burgueses continuaban durmiendo en sus camas.


Cuando se paró frente a las puertas de la fábrica ya había anochecido y el viento soplaba haciendo temblar cada frágil músculo de su cuerpo. Tomó aire y se dirigió a la parte trasera. Allí había un trozo de verja roto por el cual solía escaparse del inspector y sus aburridas charlas. Era fácil entrar, solo había que escabullirse por el agujero y cruzar el patio para llegar a la puerta del almacén.


Ya estaba dentro. La oscuridad llenaba toda la sala, pero ella ya era toda una experta. Se dirigió al fondo sin vacilar ni un solo movimiento, tocó la pared donde se guardaban las lámparas de aceite. Palpó lentamente el estante hasta dar con una de las desgastadas lámparas. La cogió y se dirigió a uno de los rincones de la habitación donde había un montón de prendas esperando a ser cosidas y remendadas. Encendió la lámpara con una de las cerillas que había esparcidas por el suelo y se acurrucó entre los harapos. Poco a poco, mientras miraba detenidamente a la lámpara, se fue quedando dormida hipnotizada por los movimientos de llama.